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La amenaza extractiva que pone en jaque la identidad vitivinícola de Mendoza

Bodegas, paisaje y agua pura: el avance de la megaminería tensiona el equilibrio que sostiene la proyección internacional del vino mendocino y su modelo turístico.

 

 

Mendoza, reconocida como la octava capital mundial del vino y referente en enoturismo para América Latina, atraviesa una encrucijada ambiental y productiva. El reciente impulso del Ejecutivo nacional a la expansión de la minería —particularmente la extracción de cobre en zonas de glaciares y ambientes periglaciares— plantea una amenaza directa a los pilares que sostienen el prestigio internacional de la región: sus Denominaciones de Origen Controlada (DOC), Indicaciones Geográficas (IG), y la imagen de una provincia comprometida con la sostenibilidad.

La economía del vino frente al riesgo hídrico y ambiental

La presión extractiva sobre ecosistemas hídricos sensibles no solo compromete la biodiversidad y los paisajes andinos, sino que pone en juego la base misma de la vitivinicultura mendocina: la pureza del agua de deshielo, la fertilidad de los suelos y un entorno natural de alto valor escénico.

Este escenario, de concretarse la modificación unilateral de la Ley 7722 o de la Ley de Glaciares, impactaría de lleno en la reputación de Mendoza como territorio vitivinícola de excelencia. El efecto sería inmediato: pérdida de confianza en los mercados globales, erosión del valor de marca de las bodegas, y un daño profundo —y difícil de revertir— para las DOC e IG que respaldan la autenticidad de origen del vino argentino.

Enoturismo: un modelo de desarrollo amenazado

El enogastroturismo mendocino ha crecido de forma sostenida durante las últimas décadas. Con propuestas que integran vino, gastronomía de terroir, naturaleza, cultura y hospitalidad rural, el modelo ha generado miles de empleos y dinamizado economías locales. Las bodegas no solo producen vinos premiados: también restauran hábitats, conservan el paisaje y son actores clave del desarrollo territorial.

Pero este ecosistema virtuoso está en riesgo. La percepción de que Mendoza prioriza beneficios económicos inmediatos por sobre el equilibrio ambiental podría alienar a consumidores cada vez más conscientes. La sospecha de contaminación en agua o suelos atentaría contra la imagen de pureza que distingue a los vinos locales. Y la degradación del paisaje afectaría directamente al turismo, otro eje estratégico de la economía regional.

Consecuencias que podrían sentirse pronto

  • Desconfianza del mercado: los compradores globales tienden a evitar productos con origen en zonas ambientalmente comprometidas.

  • Caída en ventas: tanto en el mercado interno como en el externo, una mala reputación puede traducirse en pérdidas económicas.

  • Freno a la inversión: la incertidumbre ambiental desalienta decisiones de inversión en sectores turísticos y agroalimentarios.

  • Erosión del posicionamiento: décadas de construcción de una marca de excelencia podrían verse diluidas en poco tiempo.

Mendoza enfrenta una tensión crítica entre su identidad vitivinícola sostenible y el avance de una actividad extractiva de alto impacto. Proteger el agua, el paisaje y la integridad ambiental no es solo una cuestión ecológica: es una decisión estratégica para resguardar el futuro económico, social y cultural de toda una región.

 

Fuente: www.vinetur.com

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